¿De verdad los animales se están vengando de nosotros y el cambio climático?

Este año internet ha aclamado a los animales que parecían rebelarse contra los humanos. Este entusiasmo cuenta la historia de un momento cultural único.

Una cría de orca y dos adultos persiguen arenques frente a las costas de Noruega. Según los expertos, los animales que jugaron con los timones de los barcos en el Estrecho de Gibraltar probablemente sólo se divertían, un rasgo típico de estas criaturas inteligentes y sociales.

Fotografía de Brian Skerry
Por Sadie Dingfelder
Publicado 28 dic 2023, 15:02 CET, Actualizado 12 ene 2024, 14:41 CET

Si 2020 fue el año en que la naturaleza "sanó", 2023 fue el año, supuestamente, de la venganza de la naturaleza, con orcas hundiendo yates, unos picaríes (Tayassuidae) destruyendo campos de golf y una nutria marina peleona robando tablas de surf. Según el relato popular, los animales están hartos y (por fin) se rebelan contra la dominación humana.

Por supuesto, no es así. Estos bichos hacen cosas normales de animales, pero que molestan a los humanos. Los pecaríes, criaturas parecidas a un jabalí pequeño originarias del suroeste de Estados Unidos, destruyeron un campo de golf en Sedona (Arizona) porque buscaban lombrices. Las orcas del estrecho de Gibraltar jugaban con timones para divertirse. Y la nutria 841, la hembra adulta que molestó repetidamente a piragüistas y surfistas en Santa Cruz (California), puede haber asociado a las personas con la comida.

Criada en cautividad, la nutria 841 podría haber estado intentando conseguir comida cuando robó tablas de surf en California.

Fotografía de Mark Woodward, Native Santa Cruz

Cuando los humanos vemos estos actos como intencionados, también estamos incurriendo en un comportamiento típico de nuestra especie: contar historias que, aunque no sean literalmente exactas, captan una verdad más amplia. Por ejemplo, como el cambio climático hace que la vida en la Tierra sea cada vez más difícil e impredecible, puede parecer que la naturaleza está "contraatacando".

En consecuencia, la creencia arraigada de que los humanos reinamos sobre la naturaleza y que nuestras necesidades prevalecen sobre las de todos los demás animales parece estar cambiando, afirma Geoffrey Whitehall, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Acadia (Canadá).

"Solemos reservar la iniciativa a los humanos", afirma Whitehall; "pero está claro que los animales tienen intereses distintos de los nuestros, y cuando lo reconocemos, cuando empezamos a creer que los demás animales importan, se abren muchas conversaciones interesantes".

Una de las más delicadas es la disparidad de riqueza. "Mucha gente ve a la élite rica como responsable de muchas de las situaciones a las que nos enfrentamos medioambientalmente", dice Monika Wieland Shields, directora del Orca Behavior Institute de Friday Harbor, Estados Unidos. "Imaginar una sublevación de las orcas trata nuestros sentimientos con humor. Evita que nos sintamos completamente desesperanzados".

El problema de este tipo de humor, sin embargo, es que alivia nuestra ansiedad sin hacernos reflexionar sobre nuestra propia contribución a estos problemas, afirma Whitehall. Tanto si hablamos de la vida salvaje como de nuestros semejantes, los oprimidos no necesitan que les animemos desde la barrera. Necesitan que entremos en el juego, por ejemplo reduciendo nuestra huella de carbono, utilizando menos recursos y promulgando leyes de protección de la vida salvaje.

"Los animales están actuando de forma extraña y nosotros también tenemos que hacerlo, lo que exigiría cambiar nuestra forma de vida e incluso actuar en contra de nuestros intereses inmediatos", afirma Whitehall; "poder jugar al golf en un desierto es una cosa a la que estaría dispuesto a renunciar".

Los picaríes son un icono poco atractivo para cualquier tipo de campaña de conservación. Conocidas en inglés como javelinas [javalinas] por sus colmillos en forma de lanza, estas olorosas criaturas pesan una media de 15 kilos y viajan en intimidantes grupos. "La gente, sobre todo en Texas, habla de ellas como si fueran ratas gigantes", dice Adam Johnson, antropólogo de la Universidad de Carolina del Norte en Estados Unidos que estudia los conflictos entre humanos y animales.

Los picaríes no son agresivos, pero su mala vista puede meterlas en problemas, dice Johnson. A veces, cuando intentan alejarse de los humanos, corren accidentalmente hacia nosotros.

"Existe la idea de que las jabalinas son villanos sedientos de sangre que buscan hacerte daño", dice.

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      La jabalina, parecida a un cerdo, remueve el suelo cuando busca lombrices y otras presas en el desierto.

      Fotografía de Jon G. Fuller, VWPics, Redux

      Con este telón de fondo, la directora del campo de golf, Emily Casey, probablemente esperaba que sus congéneres humanos se mostraran comprensivos cuando se despertó una mañana y descubrió que los picaríes habían causado daños por valor de "decenas de miles" de dólares en las prístinas zonas verdes del Seven Canyons Golf Club de Sedona (Arizona). "Lo que debería ser uno de los campos de golf más bonitos del país está siendo destruido por manadas de picaríes", escribió en la red social X.

      En lugar de eso, la criticaron. "Lamento que hayan puesto su campo de golf en el hábitat natural de los picaríes. Parece muy verde para ser un desierto, ¿de dónde sale el agua?", escribió uno de los primeros en responder. Otras personas se sumaron rápidamente. "Ahora es un campo de golf de 2000 hoyos. La reasilvestración es imparable", escribió el usuario de X Jonathan Franklin. En poco tiempo, el hashtag #teamjavelina empezó a ser tendencia en las redes sociales en apoyo de los animales, que sólo intentaban ganarse la vida.

      Johnson está de acuerdo con el sentimiento subyacente de #teamjavelina.

      "Para mí, es un acto político de resistencia", afirma. "Con su mera existencia se resisten a la imposición del desarrollo antropogénico".

      #TeamRobinHood

      El comportamiento de las orcas que hunden barcos está más abierto a la interpretación, y algunos realmente creen que se está produciendo un levantamiento de orcas en todo el océano, dice Shields.

      "La gente a menudo pregunta: '¿Es seguro ir por agua aquí y avistar ballenas?", dice Shields.

      Cuando la noticia de las orcas que atacaban barcos llegó a las redes sociales, muchos lo interpretaron como una represalia y se pusieron del lado de las ballenas. Memes con orcas diciendo cosas como "Cómete a los ricos" y "Orcanízate" se propagaron rápidamente de Internet al mundo material, en forma de camisetas y pegatinas para el parachoques.

      Algunas personas incluso imaginaron que distintas especies se estaban uniendo. "Las orcas han tomado el mar. Los picaríes han tomado la tierra. ¿Quién tomará los cielos?", escribió un usuario en el foro de videojuegos ResetEra.

      Los creadores de los memes #teamorca (probablemente de forma intencionada) malinterpretaron el comportamiento de las ballenas para canalizar y difundir dos ansiedades modernas: la destrucción del medio ambiente y la riqueza. "El hecho de que dañen los yates de los ricos tiene un aspecto de Robin Hood que creo que atrae mucho a la gente", dice Shields.

      Es una historia divertida, pero las ballenas no parecen atacar a los barcos, dice Shields. Su comportamiento, que consiste en explorar y experimentar con los mecanismos del timón, sugiere que sólo se están divirtiendo.

      "Ya han hundido cuatro barcos, y más bien parece que los barcos se hunden más tarde, como consecuencia de los daños causados por la pérdida del timón", dice Shields. "Si el objetivo de las ballenas fuera hundir yates, embestirían las embarcaciones y causarían más daños".

      Aunque el comportamiento de tocar el timón es relativamente nuevo, los biólogos han observado muchas otras "modas" de juego entre estas criaturas inteligentes y sociales. En 1987, por ejemplo, las orcas del estrecho de Puget, en la costa noroeste de Estados Unidos, empezaron a nadar con salmones muertos en la cabeza. Este año, Shields ha observado a sus orcas locales arrastrando trampas para cangrejos por las cadenas, sólo por diversión.

      En 2017, ya se hizo popular en las redes sociales cómo un grupo de orcas perseguía un barco turístico [como se ve en el siguiente vídeo].

       

      Una manada de orcas persigue un barco turístico

      Lo único inusual del comportamiento de las ballenas de Gibraltar es la duración de esta moda, dice Shields. La mayoría de las tendencias de las orcas se agotan en menos de un año, pero el comportamiento de golpear el timón se ha mantenido desde 2020, y puede que sea culpa nuestra.

      Algunos navegantes cerca de las orcas de Gibraltar han estado tocando música y lanzándoles objetos. "Eso probablemente está teniendo la respuesta contraria que la gente espera. Lo hace más interesante para las ballenas", dice. "Las ballenas dicen: '¿Qué va a hacer hoy la gente? Veamos qué tipo de reacción podemos obtener de ellos".

      (Relacionado: ¿Por qué las orcas matan marsopas pero no se las comen?)

      ¿Un replanteamiento radical?

      En los próximos años, es probable que los conflictos entre humanos y animales se intensifiquen a medida que el cambio climático se afiance y los recursos sean cada vez más escasos, afirma Johnson. Queda por ver si la gente está dispuesta a ponerse realmente del lado de los animales, pero algunos indicios dicen que sí.

      Por ejemplo, tras la eutanasia de Freya, una morsa corpulenta que saltó a la fama tras tomar el sol (y acabar hundiendo) varios barcos en Noruega en 2022, algunos calificaron la decisión de precipitada y vergonzosa.

      Una escultura de arte en arena en Northumberland, Inglaterra, rinde homenaje a Freya la morsa, que fue asesinada por las autoridades noruegas en 2022.

      Fotografía de Owen Humphreys

      "El pesimista que hay en mí ve que #teamorca y #teamjavelina son tendencia, y sólo parece teatro de las redes sociales", dice.

      "Pero quizá sea real. Quizá estamos empezando a darnos cuenta de que necesitamos replantearnos radicalmente cómo nos relacionamos con el mundo y cómo nos situamos en él."

      Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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