¿Por qué los machos evolucionan para mejorar sus armas y las hembras sus cerebros?

Un nuevo estudio demuestra que cuando los animales machos desarrollan armas elaboradas, como astas y cuernos, las hembras de la misma especie desarrollan cerebros más grandes de lo esperado.

Tres jóvenes borregos cimarrones en un acantilado. Una nueva investigación ha demostrado que, a medida que los mamíferos macho (incluido el borrego cimarrón) evolucionaban para tener cuernos más grandes, las hembras evolucionaban para tener cerebros más grandes.

Fotografía de Tom Murphy, Nat Geo Image Collection
Por Jason Bittel
Publicado 15 ene 2024, 12:53 CET, Actualizado 31 ene 2024, 12:52 CET

¿Hay alguna escena de la naturaleza más emblemática que la de un carnero derribando a su rival con unos cuernos enormes y curvados que pueden llegar a pesar 13 kilos cada uno?

¿Puedes cerrar los ojos y oír el estruendo de los ciervos enredando sus astas en un bosque oscuro, o has sentido alguna vez asombro al ver la enorme cornamenta de dos metros de un alce macho adulto?

Basta decir que el ser humano lleva fascinado por los animales fuertemente armados desde tiempos inmemoriales: algunas de las obras de arte más antiguas que se han encontrado muestran los cuernos de un antiguo búfalo de agua y los colmillos de un jabalí, grabados en las paredes de cuevas hace unos 44 000 y 45 500 años, respectivamente.

Sin embargo, nuestra obsesión por la majestuosidad de las astas, los cuernos y los colmillos puede estar impidiéndonos ver la maravilla de lo que ocurre en el sexo opuesto.

De hecho, un estudio publicado este mes en la revista Behavioral Ecology and Sociobiology aporta las primeras pruebas de que, a medida que los mamíferos macho evolucionan con armas más grandes para el combate y para señalar su buen estado físico, las hembras de esas especies desarrollan cerebros más grandes de lo esperado.

"Creo que las hembras son un aspecto muy importante de la biología que a menudo se pasa por alto", dice Nicole López, estudiante de doctorado en la Universidad de Montana (Estados Unidos) y autora principal del estudio; "porque normalmente parecen sosas, o aburridas, o no son tan elaboradas [como los machos]".

Sin embargo, aunque la atención siempre se ha centrado en lo que ocurre sobre las cabezas de los machos, puede que en las de las hembras ocurra algo igual de extraordinario. Y puede que ponga en entredicho lo que pensábamos sobre su capacidad de decisión a la hora de elegir pareja.

Gacela saltarina (Antidorcas marsupialis) en el Parque Transfronterizo de Kgalagadi, a caballo entre Botsuana y Sudáfrica. Estos animales con cuernos fueron algunas de las especies estudiadas para esta investigación.

Fotografía de Alex Treadway, Nat Geo Image Collection

Cerebro contra fuerza bruta

La buena noticia para todos los culturistas masculinos es que el estudio no sugiere que armas más grandes se traduzcan necesariamente en una menor inteligencia de los machos.

"No es que a medida que los machos invierten más en sus armas se vuelvan más tontos", aclara Ted Stankowich, ecólogo evolutivo del comportamiento de la Universidad Estatal de California (Estados Unidos) y autor principal del estudio.

Más bien, el tamaño del cerebro de los machos parece permanecer invariable a pesar de que la evolución parece seleccionar cornamentas cada vez más grandes.

Al mismo tiempo, las hembras parecen invertir recursos en el tamaño del cerebro, afirma. Y aunque sigue sin estar claro si estos dos rasgos están directamente relacionados (lo que nos diría mucho más), el estudio demuestra que sí están correlacionados.

Para recopilar datos sobre cómo se relacionan estos rasgos, Stankowich, López y el coautor Jonathon Moore Tupas viajaron a siete museos para medir los cráneos, el volumen cerebral y el tamaño de las armas de 413 especímenes de 29 especies de ungulados. Entre ellas había desde ciervos, caribúes y alces hasta cabras, ovejas y antílopes.

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      Izquierda: Arriba:

      Un borrego cimarrón (Ovis canadensis) empuja detrás de un carnero más joven.

      Fotografía de Robbie George, Nat Geo Image Collection
      Derecha: Abajo:

      Carneros de borrego cimarrón chocan sus cabezas en lo alto de un acantilado. Los investigadores afirman que nuestra fascinación cultural por la forma en que los machos utilizan sus cuernos y astas como armas ha eclipsado los rasgos biológicos igualmente fascinantes de las hembras.

      Fotografía de Barrett Hedges, Nat Geo Image Collection

      "Tardamos años en conseguir más de 400 especímenes", dice López.

      En cuanto a por qué las hembras pueden estar aumentando su materia gris en relación con los machos y sus armas, bueno, los científicos todavía están tratando de averiguarlo.

      "Lo que creemos que ocurre es que los machos invierten más en sus armas, lo que las convierte en señales más importantes para las hembras, y quizá los sistemas sociales también se vuelven más complejos en ese punto", dice Stankowich; "y quizá las hembras necesiten cerebros más grandes para saber con quién deben aparearse y cómo navegar por su sistema social".

      Ummat Somjee, biólogo evolutivo de la Universidad de Texas en Estados Unidos y del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales en Panamá, señala varias limitaciones del estudio. Por ejemplo, como señalan los autores, el tamaño del cerebro no se traduce necesariamente en inteligencia. Para llegar a esa conclusión, se necesitarían datos sobre el comportamiento de todas las especies implicadas, algo mucho más difícil de conseguir.

      Del mismo modo, aunque aplaude a los autores por examinar tantos especímenes como lo hicieron, 29 especies representan sólo una fracción de los ungulados armados de la Tierra. ¿Quién sabe si el patrón podría cambiar cuando se evalúen otras especies con cuernos, astas o colmillos?

      Aun así, Somjee, que estudia las armas en los insectos y no participó en el estudio, lo calificó de "idea superinteresante con enormes implicaciones".

      Un ñu salta al río Mara en África oriental.

      Fotografía de Charlie Hamilton James

      Hay que reconocerlo

      En cierto modo, no es sorprendente que los humanos se hayan fijado en las armas de los animales. Al fin y al cabo, muchas de estas estructuras han evolucionado para llamar la atención, afirma Somjee.

      "Nos intrigan. Nos obligan. Y también nos engañan", afirma.

      Por ejemplo, Somjee afirma que nos parece sorprendente que los cérvidos machos (como ciervos, alces y uapitís) sufran osteoporosis temporal cada año, ya que expulsan nutrientes de sus propios esqueletos para construir cornamentas. El nuevo estudio también muestra que el efecto cerebro frente a músculo es aún más pronunciado en estos animales con cuernos que en los que no los tienen, y la naturaleza estacional de sus adornos puede tener algo que ver con ello.

       

      Galería: Los cuernos más increíbles del reino animal

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        Desde hace unos 500 años, los ciervos salvajes deambulan por los terrenos de Knole House, un antiguo palacio arzobispal del Reino Unido. Este estudio demostró que los ciervos tenían una correlación especialmente fuerte entre la evolución de la cornamenta de los machos y el cerebro de las hembras.

        Fotografía de Jim Richardson, Nat Geo Image Collection

        "Es un fenómeno natural asombroso. Es realmente raro y extraño", dice Somjee sobre el rápido crecimiento y pérdida de cornamenta; "pero creo que algo que se ha omitido es que lo que ocurre en las hembras también es bastante asombroso".

        Por ejemplo, las hembras también desvían grandes cantidades de calcio, fósforo y otros nutrientes de sus propios cuerpos para construir crías enteras dentro de sus úteros. Y, por supuesto, las hembras son las primeras en crear los tejidos que darán lugar a la cornamenta, los cuernos o los colmillos.

        Por su parte, López señala que gran parte de la literatura científica se ha centrado en las batallas entre machos para entender la selección sexual que se produce en estas especies. Al fin y al cabo, durante mucho tiempo ha prevalecido la idea de que los machos más grandes y mejor armados se quedan con las hembras.

        "Pero es posible que no lo estemos analizando de la forma adecuada para demostrar que [las hembras] tienen algún tipo de decisión sobre los machos con los que acaban apareándose", dice López.

        Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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