Una fisura volcánica arroja lava y humo al entrar en erupción cerca de la ciudad de ...

La última erupción de Islandia se está calmando, pero la amenaza aún no ha terminado

Es posible que un gran depósito de magma se haya acumulado justo debajo de la superficie, alrededor de la ciudad de Grindavík. No es una noticia sin importancia: podría impulsar una serie de futuras erupciones.

Una fisura volcánica arroja lava y humo al entrar en erupción cerca de la ciudad de Grindavík, Islandia, el 14 de enero de 2024. La erupción es la última de una serie de erupciones que podrían continuar en la región.

Fotografía de Snorri Thor, NurPhoto, Getty Images
Por Robin George Andrews
Publicado 18 ene 2024, 11:20 CET

El domingo 14 de enero, a las 3 de la madrugada (hora local), los habitantes de la ciudad costera islandesa de Grindavík se despertaron sobresaltados por el estruendo de las sirenas. Un enjambre de terremotos indicaba que el magma estaba subiendo repentinamente desde abajo, amenazando con engullir calles y casas. A las 7.57, la lava empezó a brotar de una fisura recién abierta al norte de la ciudad.

La ciudad fue evacuada rápidamente, la segunda evacuación de Grindavík debido a la actividad volcánica desde el pasado noviembre. La fisura se expandió rápidamente hasta alcanzar los 900 metros de longitud y vertió lava hacia la ciudad. Los muros defensivos, colocados en diciembre, cuando se produjo una erupción en la zona, desviaron gran parte de la lava hacia el oeste de la ciudad. Pero la fisura socavó los muros, y parte de la roca fundida se deslizó hacia el sur, hacia las afueras de Grindavík.

Entonces se desencadenó un escenario de pesadilla. Alrededor de las 00:30, una segunda fisura, más pequeña, surgió más cerca del extremo noreste de la ciudad, y la lava arrasó varias casas evacuadas, derribándolas sin esfuerzo e incendiándolas. Si esta avalancha de lava continuaba durante varios días, como algunos temían, podría arrasar barrios enteros.

"Y luego se detuvo", afirma Mike Burton, vulcanólogo de la Universidad de Manchester (Reino Unido).

El 15 de enero, la producción de lava de ambas fisuras había disminuido drásticamente, y la más pequeña se extinguió. La actividad sísmica disminuyó y el suelo dejó de convulsionarse con tanta intensidad. En las primeras horas del 16 de enero había cesado toda actividad eruptiva.

Tras tan tremendo preludio geológico, Grindavík se enfrentó a una erupción inicialmente muy intensa, pero finalmente de corta duración. Varias viviendas quedaron destruidas, pero gracias a las evacuaciones no se perdieron vidas.

Es posible que la erupción se haya detenido, o que simplemente haya hecho una pausa. Recientemente, el interior de esta región de Svartsengi, en la península islandesa de Reykjanes, sufrió una inyección de magma poco profundo. Este magma suministró la lava para la erupción de diciembre, se tomó un respiro y luego hizo lo mismo para el estallido de este mes. Y algunas pruebas sugieren que este patrón es cíclico.

"Creo que se repetirán en el futuro", afirma Þorvaldur Þórðarson, vulcanólogo de la Universidad de Islandia. Por desgracia, para los habitantes de Grindavík, sus problemas pueden estar lejos de terminar.

La ciudad de Grindavík lucha contra una erupción volcánica en las afueras de la ciudad el 14 de enero.

Fotografía de Karim Iliya

Las dos piras de la península

Hace unos 800 años, entre 1210 y 1240, se produjeron erupciones fisurales esporádicas en la península islandesa de Reykjanes, un periodo de actividad al que siguió un largo periodo de inactividad. Luego, en marzo de 2021, esta actividad pareció comenzar de nuevo, empezando con una espectacular erupción en un valle junto a un montículo volcánico deshabitado llamado Fagradalsfjall.

En 2022 y 2023 se produjeron otras dos erupciones en las proximidades, ambas alejadas de los núcleos de población. Pero todo cambió el pasado octubre, cuando la región de Svartsengi, al sur, donde se encuentran la popular Laguna Azul, una importante central geotérmica y la ciudad de Grindavík, empezó a agitarse.

Una serie de seísmos cada vez más frecuentes e intensos alcanzó su cenit a principios de noviembre. El suelo tembló y en algunas zonas cambió drásticamente de forma, dañando edificios y carreteras en Grindavík. El 10 de noviembre, un pico de violentos temblores sugirió que el magma estaba subiendo rápidamente a la superficie, y los 4000 residentes de Grindavík fueron rápidamente evacuados en plena noche.

Pero la erupción no se produjo de inmediato. En lugar de ello, el magma parecía acumularse y extenderse lateralmente bajo la superficie, amenazando con emerger desde cualquier punto a lo largo de una línea de 16 kilómetros, incluso dentro de la propia ciudad. El 18 de diciembre se produjo una erupción justo al noreste de la ciudad que, afortunadamente, fluyó hacia el norte, lejos de Grindavík.

Al igual que la erupción de este mes, la de diciembre supuso el ascenso aparente de una gran cantidad de magma, seguido de una breve erupción. Pero, ¿por qué y qué ocurrirá después?

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      Trabajadores en excavadoras y bulldozers corren contrarreloj para reforzar las estructuras defensivas que protegen Grindavík mientras las corrientes de lava invaden la ciudad.

      Fotografía de Karim Iliya

      Date prisa y espera

      La respuesta a estas preguntas empieza por descifrar la cacofonía sísmica de la región. El pasado noviembre, los científicos razonaron que un volumen significativo de magma había penetrado en la corteza poco profunda de la región de Svartsengi. Los seísmos indicaban que la corteza se movía enérgicamente en dos direcciones diferentes, creando espacio para que el magma se precipitara desde abajo.

      El hecho de que este magma no entrara en erupción inmediatamente el 10 de noviembre implica que estaba luchando por encontrar un camino hacia la superficie, o que no estaba preparado para entrar en erupción en ese momento.

      Está claro que algo cedió tanto el 18 de diciembre como el 14 de enero, cuando se produjeron dos breves erupciones. Eso sugiere varias cosas, entre ellas que "el depósito de magma es bastante grande, y poco profundo, y se rompe con facilidad", dice Burton.

      Si ese depósito de magma se presuriza demasiado (por ejemplo, porque fluye hacia él más magma rico en gas desde abajo), parte de ese magma puede salir a la superficie. Y a tan poca profundidad en la corteza, "no hay mucha resistencia a la erupción", afirma Burton.

      Las dos erupciones del Grindavík comenzaron con gran intensidad, sobre todo la de diciembre, con grandes volúmenes de magma que brotaban a velocidades vertiginosas. Esto indica que las fuerzas motrices iniciales de las erupciones fueron elevadas. "Cuanto más aumente la presión interna antes de que se rompa, más rápido saldrán las cosas", afirma Þórðarson.

      Pero en ambos casos, la producción de lava disminuyó drásticamente tras las primeras horas, antes de detenerse por completo. Según David Pyle, vulcanólogo de la Universidad de Oxford (Reino Unido), "a medida que libera el magma, la vía se cierra con la misma rapidez". Lo compara con una trampilla. Al principio, la alta presión empuja el magma hacia fuera, manteniendo la puerta entreabierta; con el tiempo, la presión disminuye y la puerta se cierra de golpe.

      Un descenso de la presión hace que las rocas que rodean el magma ascendente se replieguen y sellen esa vía, impidiendo que entre en erupción más material fundido procedente del depósito. Entonces se produce una estabilización y vuelta a la calma, pero otro pico de presión interna, causado quizá por la inyección de nuevo magma o el escape de más gas de la propia roca fundida, podría desencadenar otra erupción pequeña pero intensa.

      Humo y lava durante la erupción volcánica del 14 de enero en las afueras de Grindavik. La actividad sísmica se intensificó durante la noche, lo que obligó a evacuar la ciudad antes de la erupción.

      Fotografía de ICELANDIC DEPARTMENT OF CIVIL PROTECTION AND EMERGENCY MANAGEMENT, AFP, Getty Images

      Un ciclo inquebrantable

      Aunque la investigación sobre estas erupciones está aún en sus primeras fases, los científicos creen que la actividad volcánica en torno a Grindavík parece ser un ciclo sin un claro punto de ruptura.

      Ese depósito de magma "pierde una fracción tan pequeña de su volumen que no se drena por completo, por lo que puede seguir haciéndolo", afirma Burton. Si, como parece ser el caso, el depósito se alimenta suficientemente desde las profundidades, podría pasar mucho tiempo antes de que el sistema se congele lo suficiente como para dejar de entrar en erupción por completo.

      Esto significa que es poco probable que la erupción de este mes sea la última que afecte a Grindavík. No hay indicios de que otra erupción sea inminente, pero la presencia de magma justo debajo de la ciudad y la continua inflación de la región no auguran nada bueno.

      Puede que las erupciones de diciembre y enero ni siquiera sean sucesos separados, sino la misma erupción interrumpida por una breve pausa, y ahora la actividad se ha detenido de nuevo. La lava podría, en algún momento en un futuro próximo, emerger de nuevas fisuras o reactivar las antiguas.

      Es posible que Svartsengi y el más remoto Fagradalsfjall no sigan siendo los dos únicos centros volcánicos activos de Reykjanes. No hay pruebas de que otras regiones tengan magma acumulado bajo ellas de la misma manera, pero eso podría cambiar, como demuestra la multitud de cicatrices de fisuras antiguas que atraviesan gran parte de la península.

      La perspectiva de coexistir con años, quizá décadas, de erupciones de fisuras dispersas en Reykjanes puede parecer desesperada. Pero no lo es. "La Oficina Meteorológica de Islandia [que se ocupa de la ciencia de los riesgos naturales] ha hecho un trabajo brillante", afirma Pyle. La vigilancia de vanguardia, 24 horas al día, 7 días a la semana, ha contribuido a mantener a salvo a la población.

      Las barreras defensivas construidas alrededor de Grindavík durante los meses de invierno resultaron vitales. Construidas en parte con tierra y roca volcánicas compactadas, estas barreras desviaron gran parte del flujo de lava de la primera fisura, más grande, lejos de la ciudad.

      "La barrera funcionó. Pero funcionó porque la erupción no duró mucho", dice Burton. "Les dio tiempo, y eso es muy importante en esa situación".

      Sin embargo, los muros defensivos tienen sus limitaciones. Una nueva fisura eruptiva podría aparecer sin previo aviso, por lo que es difícil protegerse de todas las erupciones posibles. Según Þórðarson, la mejor defensa consiste en ser lo más proactivo posible: cartografiar los lugares con probabilidades de erupción, determinar por dónde puede fluir la lava y colocar material en las zonas de alto riesgo, listo para levantar muros lo antes posible en caso de erupción.

      "Tenemos las herramientas para hacerlo", dice Þórðarson. Pero no será fácil. La península de Reykjanes ha entrado de lleno en una era caótica e hipervolcánica en la que habrá que tomar decisiones difíciles. "Es hora de que aceptemos esta nueva realidad", afirma.

      Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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