Estos bebés animales crecen sin ayuda de sus progenitores

Te explicamos por qué algunas crías deben sobrevivir por sí solas desde el primer día.

Por Liz Langley
Publicado 9 nov 2017, 4:28 CET
Talégalo de Latham
Un talégalo de Latham, Alectura lathami, —uno de los varios tipos de aves denominadas megápodos— en el parque de aves Sylvian Heights en Carolina del Norte.
Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Photo Ark

Todos necesitamos un empujoncito de vez en cuando, pero por suerte no es un empujón literal.

Una de nuestras lectoras nos ha preguntado lo siguiente: «¿Empujan las mamás pájaro a sus crías fuera del nido?».

Daniel Roby, ornitólogo de la Universidad Estatal de Oregón, afirma que nunca ha visto un comportamiento como ese ni leído documentación alguna del mismo, aunque en algunas especies de aves «los progenitores llaman a sus crías, que están en el nido, para persuadirlas de que se marchen cuando llega el momento».

La duda de Hanna nos hizo preguntarnos qué crías de animales se ven empujadas al mundo antes de sentirse preparadas para hacerlo.

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Los megápodos

La mayoría de las aves recibe cuidados parentales, pero los megápodos —un grupo de aves galliformes nativas del este de Australia, Nueva Guinea, Indonesia y las Filipinas— son la gran excepción.

Estas aves «ni siquiera incuban sus huevos directamente», afirma Roby. En su lugar «construyen un enorme montículo de vegetación en descomposición y ponen sus huevos en él».

Según el libro The Handbook of Bird Biology, los montículos pueden llegar a ser «del tamaño de un coche».

Los progenitores controlan la temperatura de este peculiar nido «quitando o añadiendo más vegetación», pero una vez las crías nacen, cavan un camino para salir del montículo y «salen corriendo hacia la maleza sin siquiera ver a sus padres».

Los polluelos pueden volar en solo 24 horas.

«Las madres cocodrilos proporcionan a sus crías más cuidados después de eclosionar que los megápodos», señala Roby. De hecho, los bebés cocodrilos se encuentran entre los escasos reptiles que reciben cuidados parentales, como por ejemplo ser transportados en las gigantescas fauces de su madre.

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La lagartija Sceloporus occidentalis

Por otra parte, la mayoría de las lagartijas «depositan sus huevos, los entierran e inmediatamente se olvidan de ellos y se van», explica Nassima Bouzid, candidata a doctora en la Universidad de Washington.

Un Sceloporus occidentalis en una roca en el condado de Riverside, California.
Fotografía de Kent Kobersteen, National Geographic Creative

Según Bouzid, como tienen una cloaca, una abertura para sus sistemas reproductivo, digestivo y urinario, las lagartijas como la Sceloporus occidentalis de Yosemite —que ella misma estudia— podrían simplemente pensar que los huevos «son una especie de excremento incómodo y raro» y por eso no vuelven a pensar en ellos.

Bouzid afirma que la falta de cuidados parentales en la mayoría de las lagartijas podría simplemente formar parte de una estrategia para tener tantas crías como fuera posible con la esperanza de que algunas sobrevivan.

Una especie de lagarto va un paso más allá: no solo es que sus crías no lleguen a ver a sus padres, sino que nunca ven a ejemplares adultos de su propia especie.

Al menos una población de camaleón de Laborde que habita en los bosques secos del suroeste de Madagascar «pone todos sus huevos antes del invierno. Los huevos eclosionan justo antes de las lluvias estivales», explica Bouzid. Los huevos pasan entre ocho y nueve meses desarrollándose y mientras tanto los adultos envejecen y mueren.

Un camaleón de Laborde (Furcifer labordi) joven en su hábitat natural, el bosque seco del Parque nacional de Kirindy Mitea en Madagascar.
Fotografía de Christian Ziegler, National Geographic Creative

La descendencia ya huérfana «crece sin absolutamente ningún adulto de su especie», afirma Bouzid.

«Podrías pensar que, si no pueden reproducirse, toda la población desaparecería», dice Bouzid refiriéndose a la especie, cuyo hábitat en el bosque está amenazado por las variaciones medioambientales.

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Las mariposas y las polillas

Muchos insectos reciben cuidados parentales, aunque no es ese el caso de mariposas y polillas. Ponen sus huevos en plantas huésped y dejan allí a sus crías para que se defiendan solas.

«Algunas ponen sus huevos cerca de hormigueros y las hormigas cuidan de las orugas. Es como Moisés en miniatura», afirma Katy Prudic, entomóloga en la Universidad de Arizona.

La oruga de la hormiguera de lunares, por ejemplo, secreta una sustancia dulce que atrae a una especie de hormiga roja en particular y hace que la oruga huela como una larva de hormiga, para que esta la lleve a su nido con el resto de sus crías. A continuación, la oruga las devora.

Algunas de las crías se protegen de los depredadores a través de sustancias químicas tóxicas de la planta huésped en la que nacen, mientras que otros presentan un camuflaje perfecto.

Por ejemplo, la Lytrosis unitaria del este de América del Norte se disfraza a la perfección como si fuera una ramita. Y si cae de su rama, puede usar su seda para conectar una «vía de salvación» y tirar de si misma hacia arriba.

Esa sí que es una situación pegajosa.

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