La contaminación del aire

Los contaminantes atmósféricos no siempre se ven y vienen de fuentes muy diversas.

Por Christina Nunez
Una luz dorada y brumosa ilumina el horizonte de Los Ángeles (Estados Unidos)

Una luz dorada y brumosa ilumina el horizonte de Los Ángeles (Estados Unidos), que parece flotar sobre un lecho de niebla tóxica. La ciudad es famosa por su omnipresente contaminación atmosférica, causada principalmente por los gases de escape de los automóviles atrapados en la cuenca del valle de San Fernando.

Fotografía de Mike Abrahams, Alamy

Pronto, en Madrid, la zona de bajas emisiones de vehículos a motor se ampliará para abarcar todo el interior de la M-30, y a partir de enero, todas las ciudades españolas con más de 50 000 habitantes están obligadas a contar con una Zona de Bajas Emisiones con restricciones de tráficos. Estas sólo son algunas de las propuestas impulsadas por la directiva europea de 2008 que persigue reducir las emisiones contaminantes. No obstante, queda mucho trabajo por hacer. A pesar de décadas de progreso, la calidad del aire en Estados Unidos ha empezado a disminuir en los últimos años, según los datos facilitados en verano de 2019 por la Agencia de Protección Medioambiental. La agencia registró un 15% más de días con aire insalubre en el país en 2018 y 2017 en comparación con la media de 2013 a 2016.

Las razones de la reciente disminución de la calidad del aire siguen sin estar claras, dice la agencia, pero pueden estar relacionadas con un alto número de incendios forestales, un clima que se calienta y el aumento de los patrones de consumo humano impulsados por el crecimiento de la población y una economía fuerte. Las perspectivas a largo plazo tampoco están claras, incluso mientras los políticos debaten las normas sobre contaminación atmosférica.

(Relacionado: Tres de cada cuatro europeos respiran aire contaminado)

¿Qué es la contaminación atmosférica?

La contaminación del aire es una mezcla de partículas y gases que pueden alcanzar concentraciones nocivas tanto en el exterior como en el interior. Sus efectos pueden ir desde un mayor riesgo de enfermedades hasta un aumento de las temperaturas. El hollín, el humo, el moho, el polen, el metano y el dióxido de carbono son sólo algunos ejemplos de contaminantes comunes.

En EE.UU., una medida de la contaminación del aire exterior es el Índice de Calidad del Aire, o ICA, que califica las condiciones del aire en todo el país basándose en las concentraciones de cinco contaminantes, principales: ozono troposférico, contaminación por partículas (o materia particulada), monóxido de carbono, dióxido de azufre y dióxido de nitrógeno. Algunos de ellos también contribuyen a la contaminación del aire interior, junto con el radón, el humo de los cigarrillos, los compuestos orgánicos volátiles (COV), el formaldehído, el amianto y otras sustancias.

Un peligro para la salud mundial

La mala calidad del aire mata a la gente. En todo el mundo, el mal aire exterior causó unos 4,2 millones de muertes prematuras en 2016, alrededor del 90% de ellas en países de ingresos bajos y medios, según la Organización Mundial de la Salud. El humo en interiores es una amenaza constante para la salud de los 3000 millones de personas que cocinan y calientan sus hogares quemando biomasa, queroseno y carbón. La contaminación atmosférica se ha relacionado con tasas más elevadas de cáncer, cardiopatías, accidentes cerebrovasculares y enfermedades respiratorias como el asma. En Estados Unidos, casi 134 millones de personas (más del 40% de la población) corren el riesgo de enfermar y morir prematuramente a causa de la contaminación atmosférica, según estimaciones de la Asociación Americana del Pulmón. Y en Europa, aunque se ha registrado un descenso en el número de muertes prematuras por contaminación del aire, esta sigue siendo el mayor riesgo ambiental para la salud.

 

Aunque esos efectos surgen de la exposición a largo plazo, la contaminación atmosférica también puede causar problemas a corto plazo, como estornudos y tos, irritación ocular, dolores de cabeza y mareos. Las partículas inferiores a 10 micrómetros (clasificadas como PM10 y las aún más pequeñas PM2,5) plantean mayores riesgos para la salud porque pueden respirarse profundamente en los pulmones y pasar al torrente sanguíneo.

Los contaminantes atmosféricos causan efectos menos directos sobre la salud cuando contribuyen al cambio climático. Las olas de calor, las condiciones meteorológicas extremas, las alteraciones del suministro de alimentos y otros efectos relacionados con el aumento de los gases de efecto invernadero pueden tener repercusiones negativas en la salud humana. La Cuarta Evaluación Climática Nacional de Estados Unidos publicada en 2018 señaló, por ejemplo, que un clima cambiante "podría exponer a más personas en América del Norte a las garrapatas que transmiten la enfermedad de Lyme y a los mosquitos que transmiten virus como el Nilo Occidental, el chikungunya, el dengue y el Zika."

Impacto medioambiental

Aunque muchos seres vivos emiten dióxido de carbono al respirar, este gas se considera contaminante cuando se asocia a automóviles, aviones, centrales eléctricas y otras actividades humanas que implican la quema de combustibles fósiles como la gasolina y el gas natural. Esto se debe a que el dióxido de carbono es el más común de los gases de efecto invernadero, que atrapan el calor en la atmósfera y contribuyen al cambio climático. En los últimos 150 años, los seres humanos han bombeado a la atmósfera una cantidad de dióxido de carbono suficiente para elevar sus niveles por encima de los registrados durante cientos de miles de años.

Otros gases de efecto invernadero son el metano (procedente de vertederos, la industria del gas natural y los gases emitidos por el ganado) y los clorofluorocarbonos (CFC), que se utilizaban en refrigerantes y propulsores de aerosoles hasta que se prohibieron a finales de los años ochenta por su efecto de deterioro de la capa de ozono de la Tierra.

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      Los gases de efecto invernaderos son un facto clave en el cambio climático de la Tierra.

      Fotografía de Peter Essick, Nat Geo Image Collection

      Otro contaminante asociado al cambio climático es el dióxido de azufre, componente del smog. El dióxido de azufre y otras sustancias químicas afines son conocidas sobre todo como causantes de la lluvia ácida. Pero también reflejan la luz cuando se liberan en la atmósfera, lo que impide el paso de la luz solar y crea un efecto de enfriamiento. Las erupciones volcánicas pueden arrojar grandes cantidades de dióxido de azufre a la atmósfera, provocando a veces un enfriamiento que dura años. De hecho, los volcanes solían ser la principal fuente de dióxido de azufre atmosférico; hoy en día, lo somos las personas.

      Las partículas suspendidas en el aire, dependiendo de su composición química, también pueden tener efectos directos distintos del cambio climático. Pueden alterar o agotar los nutrientes del suelo y los cursos de agua, dañar los bosques y las cosechas y deteriorar iconos culturales como monumentos y estatuas.

      ¿Qué se puede hacer?

      Países de todo el mundo están abordando diversas formas de contaminación atmosférica. China, por ejemplo, está avanzando a pasos agigantados en la limpieza de cielos contaminados por la niebla tóxica de años de rápida expansión industrial, en parte cerrando o cancelando centrales eléctricas de carbón. En Estados Unidos, California ha sido líder en el establecimiento de normas sobre emisiones para mejorar la calidad del aire, especialmente en lugares como Los Ángeles, famoso por su neblina. Además, diversas iniciativas pretenden llevar opciones de cocina más limpias a lugares donde predominan las cocinas peligrosas.

      En cualquier hogar, las personas pueden protegerse contra la contaminación del aire interior aumentando la ventilación, realizando pruebas de detección del gas radón, utilizando purificadores de aire, poniendo en marcha extractores de aire en la cocina y el baño y evitando fumar. Cuando trabajes en proyectos domésticos, busca pinturas y otros productos con bajo contenido en compuestos orgánicos volátiles.

      Para frenar el calentamiento global hay que tomar diversas medidas, como añadir más energías renovables y sustituir los coches de gasolina por vehículos de emisiones cero, como los eléctricos. A mayor escala, los Gobiernos de todos los niveles se están comprometiendo a limitar las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. El Acuerdo de París, ratificado el 4 de noviembre de 2016, es uno de los esfuerzos para combatir el cambio climático a escala mundial. Y la Enmienda de Kigali pretende impulsar los avances logrados por el Protocolo de Montreal, prohibiendo los hidrofluorocarbonos (HFC) que atrapan el calor, además de los CFC.

      Este artículo es una versión actualizada del original, publicado el 4 de febrero de 2019 en inglés en nationalgeographic.com.

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